Una ciudad de cuento, erigida entre parques y palacios
- Donosti Feeling
- 09 May 2024
Como en las historias que nos contaban de pequeños, las tierras en las que reyes y reinas convivían con hombres y mujeres de campo, Donostia surgió y creció hasta llegar a lo que conocemos hoy en día. Una ciudad rica y variada en todos los sentidos.
Así se ha mantenido, guardando y escondiendo secretos y rincones mágicos, lagos y senderos que te hacen sentir en medio de la naturaleza estando en pleno corazón de la ciudad.
Con la visita guiada organizada a través de los parques y palacios de la ciudad, surge la oportunidad de conocer toda la historia ligada a dos de los edificios emblemáticos de Donostia, mientras se disfruta de una auténtica ruta de senderismo urbano.
Sin necesidad de coger el coche, solo las zapatillas y ropa cómoda, uno pasa de estar en pleno centro a perderse en un remanso de paz, plagado de árboles y flores.
Nosotros arrancamos desde Amara, ya que, aunque algo desconocida, en el barrio de Morlans se esconde una puerta de acceso al parque de Aiete, que se abre paso entre las casas de una forma discreta, pero con mucho encanto.
¡Pero ojo! Hay que pararse a mirar a los lados antes de entrar. Al comienzo del barrio y entre las nuevas construcciones, uno se puede encontrar con recuerdos de la vida que albergó aquel terreno. Como un enorme depósito, perteneciente a la antigua fábrica de gas. Además, ¿sabíais que esta zona era una vaguada por la que bajaba el agua a la ciudad?
Esta es una de las curiosidades que nuestra guía Amaia nos fue descubriendo a lo largo de nuestra aventura. Una aventura en la que a lo largo de dos horas y media, nos fue trasladando desde la sociedad y espacio actual hasta la Donostia de caseríos y palacios.
Allí nos topamos con recuerdos de antiguas casas, en las que hombres y mujeres cultivaban la tierra para después vender sus frutos o cuidaban de sus animales, pero también servían a la aristocracia que se hospedaba en los palacios, creando esa conexión entre dos mundos aparentemente tan diferentes.
Es atravesar el umbral de la verja, y levantar el pie del asfalto y uno se encuentra con un camino que, sin ser de baldosas amarillas, te transporta a un ‘txokito’ de cuento.
A medida que se va subiendo se puede disfrutar de la sombra que ofrecen los enormes árboles que parecen cuidar del parque.
Los más de 20 años de experiencia de nuestra guía nos ayudaron a conocer más sobre ellos, desde su procedencia hasta la forma de diferenciarlos por sus hojas.
Y es que en el parque de Aiete podemos encontrar desde árboles autóctonos hasta otros traídos de todas partes del mundo. Ejemplares centenarios de arces, hayas, robles, magnolios, ginkgo bilobas… conviven con varias secuoyas. De hecho, una de las secuoyas que nos encontramos en el parque, está catalogada como el árbol más alto y grueso de Donostia.
¿Habéis abrazado un árbol alguna vez? Nosotros no pudimos resistirnos a hacerlo. Para los que no lo hayan hecho nunca, se dice que cuando abrazas el tronco de un árbol puedes coger toda la buena energía que alberga, tendréis que probarlo para comprobarlo.
Y tras disfrutar de la naturaleza con la vista, el olfato y el tacto, dejamos descansar esos sentidos para agudizar el oído y sumergirnos en la historia del Palacio de Aiete.
Frente a nosotros, apareció de entre las hojas una gran palacio blanco, residencia durante algunos veranos de la reina María Cristina, y lugar en el que se alojaron personajes históricos como Isabel II, Alfonso XII, Alfonso XIII o la monarca británica Alejandra Victoria.
Si los muros de este palacio neoclásico de estilo francés hablaran, contarían historias y batallas de nombres ilustres de la aristocracia y la política, nombres que hoy podemos encontrar en la columna que se encuentra frente a su puerta principal.
A escasos metros del palacio, se ubica la parroquia de Aiete,donde la reina María Cristina acudía a misa con asiduidad. Otra de las curiosidades que descubrimos sobre ella, es su pasión por el euskera. Se dice que gracias a la relación que mantenía con el ‘apaiza’ (párroco) de la parroquia de Aiete, a cuyos oficios asistía, se inició en el euskera, hasta toparse con el Nor Nori Nork, lo que le hizo desistir en su intento y pronunciar una frase que pasaría a la historia… ¿La conocéis?
La reinano solo se interesó por la lengua vasca, sino también por su cultura. Tanto es así, que disfrutaba recibiendo a sus invitados con ‘aurreskus’, como lo hizo con la mismísima reina Victoria de Inglaterra, a quien la estética "txapelgorri" de los mikeletes le impresionó especialmente.
El dictador Francisco Franco también veraneó durante varios años en el Palacio de Aiete, edificio que hoy en día se ha reconvertido en Casa de la Paz y los Derechos Humanos, y en el que se celebró la Conferencia Internacional de la Paz para la resolución del conflicto vasco.
Enfilando ya la salida de este parque conocimos parte de la historia actual del mismo, las múltiples referencias a los derechos humanos en diversos idiomas, escritas frente a la actual biblioteca, y el árbol castaño de Anna Frank.
Un traguito de agua y cruzamos Aiete para enfilar el camino al Palacio de Miramar.
Una vez en nuestro destino, nos volvimos a topar con el inconfundible trabajo de Pierre Ducasse. Si no conocéis este nombre, os recomiendo que lo apuntéis. El parque de Cristina Enea o los jardines de Alderdi Eder, entre otros, son algunos de los trabajos que también cuentan con su firma y exquisito estilo.
En este caso, encontramos otra de las joyas de la corona de la villa, el Palacio de Miramar. Este palacio fue construido a petición de la reina María Cristina como su residencia estival, y tanto ella como la corte real lo disfrutaban cada verano desde que se construyó hasta su fallecimiento.
La reina Victoria Eugenia también pasó algunos veranos en este Palacio y fue aquí donde se bautizó según el rito católico para poder contraer matrimonio con Alfonso XIII.
Además, situado en lo alto de la Bahía de la Concha, el Palacio de Miramar es una visita obligada para todo aquel que visita la ciudad. Este edificio goza de una gran actividad tanto dentro como fuera de sus paredes y a día de hoy representa uno de los enclaves favoritos de visitantes y donostiarras. Y es que además de contar con una vista privilegiada de la ciudad y un parque de ensueño, cuanto más conoce uno sobre esta joyita de Donostia, más se enamora.